toda la ciudad la comprendió muy bien,
los diarios la publicaron y los que la leyeron
también entendieron muy bien.
Y el primer ministro le dijo al presidente:
«Estas cosas le hacen mucho bien al pueblo,
así aprenden a respetarle».
Y el presidente quedó muy satisfecho.
Y al primer ministro le dijo su secretario:
«¿Ya oyó la magnífica parábola?
¡Qué espléndida lección para sus enemigos!»
Y el secretario del ministro con sus amigos en un bar
comentaban: «¡Qué gran cosa es la parábola!»
Y las mujeres se preguntaban entre ellas:
«¿Ya conocerá el presiente la parábola?»
Y el pueblo entusiasmado repetía
«Es necesario que el presidente conozca la parábola.
Es necesario tocarle su conciencia».
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